“Senda de lealtad”, de Alonso Holguín F.J.

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“Senda de lealtad”, de Alonso Holguín F.J.

“Senda de lealtad” es la segunda novela publicada dentro del género negro y policiaco

Este es el comienzo de “Senda de Lealtad”, de Alonso Holguín F.J., segunda novela después de la primera incursión en el formato papel “Alfil blanco, Peón negro”. En esta ocasión se adentra en los terrenos más desconocidos de Ejército, Policía Nacional y Guardia Civil, para desvelar el enigma de ese término tan manido como es la “lealtad”.

El prólogo de Manuel Cerdán anticipa una trepidante narración, llena de sorpresas, aventuras y alguna que otra sorpresa.

Puedes comenzar a disfrutar: en la portada hay un código binario ASCII…

¡Bienvenido otra vez a este mundo!

Día 4

Uno menos…

Continuaba tumbado en la cama, despierto y observando cómo su santaesposa se vestía. Media hora antes, a las 6’30 horas, había detenido el despertador al segundo sonido apenas audible.

El café con leche caliente, media barrita tostada servida con aceite, tomate, sal y una pizca de pimienta, además del zumo de naranja, era el desayuno que Pablo preparó a su esposa. La principal comida es aquella que nos da más energía tras el descanso.

Gustaba de sorprender con pequeños cambios: huevos revueltos, algo de jamón, churros en sábado o domingo, y alternar los zumos de frutas.

¿Vendrás a comer hoy? —preguntó Pablo.

No sé todavía. Tengo que idearme algo para evitar el cursillo de Riesgos Laborales… ¿se te ocurre algo? —dijo Maru.

Di que he muerto… —la sonrisa de Pablo hizo brillar su dentadura.

Esa es una razón… peregrina. Cuando ocurra, iré a trabajar… seguro

Marufue junto a la mesilla de Pablo, situada en el lado derecho de la cama:

Te adoro, niño —dijo besando sus labios.

Mientes, pero te quiero mucho…

Al cerrar la puerta, Pablo pensó:

Carajo de mujer. ¡Viva la madre que te parió!

Se dio la vuelta girando a su lado izquierdo para ocupar el centro de la cama. Sabía que no se iba a dormir otra vez, pero no dejaría de intentarlo. Tras quince minutos oyó cómo Maru salía y cerraba la puerta blindada del piso. A tientas, sin temor de ser reprendido por ella, cogió la radio digital con auriculares. Encendió el aparato:

—…tras ser avisados por una llamada de teléfono, funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía acudieron al domicilio encontrando un cuerpo sin signos vitales. Se personaron dos unidades de Soporte Vital Básico y UVI móvil del SAMUR*, que no pudieron sino certificar, tras media hora de intenso rescate cardíaco, que el abogado había fallecido. La Brigada de Homicidios continúa la investigación para intentar aclarar los hechos… Esta mañana la Presidenta de la Comunidad de Madrid… —seguía diciendo la emisora.

¡Otro que ha dejao de fumar! —musitó Pablo.

Esta vez sí logró dormirse.

Sigue apagao

El sol ya entraba por la antepenúltima lámina de la persiana. El brillo de la estrella no había despertado a Suso Feijoo, ya que fue una noche pasada en un “duerme—vela”. Yolanda, su esposa, abrió con cuidado la puerta. Intentó no hacer ruido, sin conseguirlo:

Entra sin miedo, cielo: no estoy dormido —dijo él.

Perdona, pero he dejado el cargador del móvil en la mesilla. ¿Cómo estás?

Mejor… creo… espero… —respondió Suso— se me pasará…

¿Qué harás hoy? —preguntó Yolanda.

Arreglar la persiana, limpiar la casa, hacer la comida e intentar hablar con Fran… —suspiró con una fuerza que podía haber barrido toda la estepa rusa.

Yolanda besó con intensidad al amor de su vida. Seguían teniendo pasión como el primer día. Se repetía a sí misma los votos del sacramento matrimonial con frecuencia:

En la riqueza, en la pobreza; en la salud, en la enfermedad… todos los días de la vida.

Encendió la lámpara de la mesilla:

Verás cómo todo se arregla: ha sido un revés y tu hoja está inmaculada. Piensa quién te puede ayudar y quién no. Seguro que conoces a alguien que pueda escucharos…

Así haré, cariño —respondió con otro beso— , ¡vete ya que llegas tarde!

Cerró la puerta casi corriendo. El reloj marcaba las ocho y cuarto. Tenía media hora para llegar a su trabajo en los almacenes centrales de El Corte Inglés del Polígono Industrial de Pinto.

Suso puso la radio de su mesita, en tanto se levantaba para acudir al cuarto de baño:

—…crisis no hay en España solo, sino en todo el orbe’, según el Presidente del Gobierno —decía el aparato.

La burbuja inmobiliaria, el desastre de un banco hipotecario y sus préstamos de riesgo en Estados Unidos, habían sumido al planeta en una crisis, que algunos calificaban “peor que en 1929”.

¿Crisis? ¡Qué cojones sabrá ese mierda de la crisis!

Huérfano de un joven agente, casi en el instante del nacimiento de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, fue criado y educado en el Colegio “Infanta María Teresa”, desde donde fue trasladado al Colegio de Guardias Jóvenes en Valdemoro. Después de un periodo de formación de dos años, fue nombrado Guardia Civil con apenas 19 de edad. Ése era Suso.

Fue a la cocina, aunque dejó la radio como sonido de fondo. Se preparó un café con leche, que acompañó con cinco galletas tipo María. De regreso al dormitorio, abrió la ventana para airear la cama. El frescor de la mañana sacudió su rostro, que bostezaba con el pesar de haber pasado la tercera noche dando vueltas a la cabeza. No llegaba a conocer por qué habían revocado su posición en el curro, dejando en dique seco a espera de un lugar nuevo, a una persona que había entregado 23 años de su vida en la Unidad… A sus 52 años, pequeña barriga debido al culto a la gimnasia pasiva, basaba su capacidad laboral en una fe inquebrantable en la lealtad a la amistad, a los hermanos de la Guardia Civil y a la limpieza de sus manos.

Hacía la cama de forma minuciosa, estirando cada esquina de las sábanas para que ajustaran perfectamente al colchón. La radio seguía con las noticias habituales sobre la actualidad política que Suso no escuchaba con interés. Las tertulias de periodistas no eran de su gusto, ya que tenían posiciones prefijadas, dedicándose a repetir día tras día, de un medio de comunicación a otro, idénticas opiniones.

Eran las 08’47 horas. Miró su teléfono y desbloqueó el teclado de su Nokia 5800 Xpress Music, en la función de marcación rápida, pulsando el 8:

‘Llamando a Fran móvil’ —parpadeaba en la pantalla táctil azul.

Deje su mensaje… ahora estoy liao, gracias —fue la respuesta automática grabada por su compañero, que se reproducía cuando no estaba operativo el móvil.

Sabes quién soy. Me tienes preocupado un güevoLlámame de una vez en cuanto oigas este mensaje…

Llevaba grabando el mismo recado desde hacía 24 horas, sumadas a las otras 48 que no tenía contacto con él… Era totalmente ilógico que Fran llevara tanto tiempo con el móvil apagado o sin responder a mensajes del contestador.

…hacemos la desconexión para nuestras emisoras locales —dijo el comentarista con su voz rota.

Sentado en la cama con la mirada perdida en los árboles que se veían a través de la ventana, oía anuncios según la radio, indicando dónde se podían cambiar las ruedas del coche, con un descuento… hasta que una noticia llamó su atención:

…así es. Esta madrugada, hacia las dos y media, dos patrullas de la Policía Nacional acudieron a la calle de la Oca, 10 bis. La central de emergencias había alertado sobre la posibilidad de encontrar a un vecino en mal estado de salud. Tras encontrar abierta la puerta del domicilio del Ático F 7, encontraron el cuerpo del abogado Rodrigo Vales sin signos vitales…

Suso recuperó la mirada dentro de la habitación.

¿Rodrigo Vales? ¿Abogado? ¿Sin signos vitales? ¡La madre que parió al minero! —dijo arqueando las cejas.

Fue al ordenador de su hijo Martín. Inició el programa que por defecto había configurado Fran para ver las noticias:

¡Joder! —dijo al comprobar la veracidad de la noticia.

El abogado era uno de los mejores de España en temática Contencioso Administrativa, Legislación Disciplinaria de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como temas Jurídicos Militares. Estaba pendiente del estudio forense del cadáver, aunque no se ‘evidenciaban signos de violencia, a simple vista’, según un diario digital.

La alargada sombra de Miguel Ángel

Eran las 7’40 horas, cuando María Yáñez aparcó su vehículo todoterreno en la calle paralela a su oficina. En el madrileño barrio de Moratalaz, como en otros muchos de la capital, cada mañana se producía un efecto migratorio de personas de sus residencias al lugar de trabajo. La fortuna acompañaba de manera inversamente proporcional la posibilidad de estacionar más al exterior de la ciudad que en el interior.

En el complejo policial de la calle Latacona tenía su sede la Brigada de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía.

¡Buenos días, señores! —dijo a los agentes que custodiaban el acceso, a la par que chequeaba con su tarjeta el torno para entrar.

¡Buenos días! —respondió el joven uniformado.

Llevaba en ese destino cuatro años, de sus taimuchos de edad. Tras permanecer en la Comisaría General de Información poco más de doce años. El ascenso a Inspectora y la maternidad, habían conseguido que estableciera un punto fijo para trabajar, olvidar los continuos viajes por España y Francia, así como celebrar una gran boda con su guapo novio Jozé. Ella con sus ojos de tres colores, melena corta morena y talla estupenda tras alumbrar a la criatura, no se quedaba atrás en belleza.

Se dirigió directamente al despacho para comprobar el estado de la ciudad durante la noche. En los últimos meses, la criminalidad en Madrid había descendido notablemente, al menos en los fallecidos de forma violenta, competencia natural del Grupo de Homicidios. Había cinco Equipos trabajando dentro de la Brigada de Policía Judicial para cubrir todas las horas del día, de la noche, para todos y cada uno de los días del año: ajustes de cuentas, enfrentamiento de bandas y actos violentos, programados o no, eran gran parte de sus compendios.

Al abrir la puerta se encontró a Luis Pardo sentado en el ordenador.

Buenos días, Luis ¿cómo ha ido la noche? —preguntó María.

Movidita, guapa. Ha aparecido en Carabanchel un abogado muerto en su casa sin signos de violencia aparentes, pero con la puerta del domicilio abierta de par en par —respondió quitándose las gafas y girando el sillón.

Dejó su abrigo en la percha y la mochila de cuero marrón en el suelo junto a su mesa:

¿Qué especialidad tenía el abogado?

Disciplinarios nuestros, Militares y Guardias Civiles, así como los Contencioso-Administrativos que se derivaran de ellos. Según dicen en un par de foros es… digo era un hacha. Ha trabajado en algunos sindicatos nuestros y Asociaciones de Guardias Civiles. Aún no ha habido ninguna reacción.

¿Causa de la muerte? 

Era una pregunta típica que cualquier persona formulaba, aun sabiendo que podría no tener éxito en la respuesta. María sabía eso, pero tenía que hacerla.

Hay que esperar a la autopsia —respondió mecánicamente Luis.

¿Has dicho que la puerta estaba abierta, no?

Sí… de par en par.

Y nosotros hemos precintado la puerta… y su cerradura, ¿verdad? —el cerebro de María estaba trabajando a pleno rendimiento.

Una de las ventajas del sexo femenino, respecto de muchos masculinos, era que podía pensar en más de una cosa al mismo tiempo, incluso podía estar adelantando preguntas inmediatas, a la par que establecía un verdadero esquema de actuación. La naturaleza funcionaba de maravilla si se sabía adiestrar debidamente.

Por supuesto, María, está todo sellado —había que ser extremadamente cauteloso con todas y cada una de las pruebas, porque la principal vía de escape de los presuntos autores era la cadena de custodia de las mismas.

¿Quién va a hacer la inspección ocular? —preguntó la Inspectora Yáñez.

La principal vía de investigación era la recogida de indicios físicos en los casos que anunciaban varios puntos oscuros.

Pedro Caballero y su gente —respondió Oscar.

Bien, bien, confío en él…

En ese momento se abrió la puerta del despacho:

Hola jóvenes… me han llamado de Miguel Ángel sobre un fiambre de esta noche —la voz de Jacobo Hernández, Inspector Jefe, despejaba las dudas sobre su identidad.

La Dirección General de la Policía se encuentra en dicha calle, que hace referencia al insigne pintor italiano, de la cual todos tomaban el nombre para acortar términos.

Pues van a tener que esperar un poquito, jefe —contestó María—, o llamar al forense para conocer sus apreciaciones e informarnos a nosotros. Pero… espere un momento… el muerto aún estará calentito…

No es mi intención meteros prisa, ni mucho menos, sino que supiéramos todos que ese abogado ha dejado amigos en este mundo… y quizá algún enemigo —a Jacobo, sus prisas le delataban siempre.

Nadie lo duda. Pero esperemos a seguir los pasos de… siempre: Inspección Ocular, autopsia médico forense e investigación. Todas a una, cada cual a su tiempo. ¿No le parece más adecuado, con todos mis respetos, jefe? —dijo María, que odiaba por igual a las asquerosas garrapatas de los perros y a la gente de Miguel Ángel.

El Inspector Jefe había cazado el golpe directo al mentón, que previamente había pasado por el bajo vientre dialéctico de María:

Hecho. Hoy invito yo al almuerzo: es el aniversario de mi boda. Os veo a las 14 en la cafetería y así me ponéis al día… ¡Hasta luego, chicos!

Cerró la puerta sin esperar a que los agentes dieran su conformidad o pusieran pegas. No era una norma diaria tomar pinchos o cervezas, ni siquiera era partidario de hacerlo. Sin embargo, ante aniversarios, cumpleaños o cualquier otra celebración similar, ponía el máximo de celo en que asistieran todos los funcionarios: un par de cervezas valía para conocer cómo estaban engrasados los pistones de suGrupo.

El mantenimiento del motor es básico en el Grupo —decía a cada agente que recalaba en el destino.

Luis aprovechó su salida para coger el teléfono y llamar a la Comisaría de Carabanchel. Precisarían de los informes originales de los agentes que llegaron en primer lugar al domicilio, y no solo las declaraciones que se mecanizaban en el sistema informático. Eran del turno de noche que quizá aún estarían en la oficina, antes de haberse marchado a descansar a sus domicilios. Las conversaciones presenciales con los agentes que llegaron en primer lugar a un hecho delictivo eran más provechosas que los fríos informes y las líneas telefónicas. Además, entre Carabanchel y Moratalaz no había desiertos, montañas ni océanos: poco más de 20 minutos… como todo en Madrid. Había que ponerse en marcha para prevenir problemas futuros, tanto legales, como internos. Si ya don Miguel Delibes dijo que “La sombra del Ciprés es alargada”, en el caso de la Policía Nacional se puede confirmar: “La sombra de Miguel Ángel es muy molesta”.

María encendió el ordenador y creó una carpeta dentro del apartado Pendiente, con el nombre abogado.carabanchel. Allí iría guardando todos los documentos que recopilara sobre el nuevo caso. 

Por favor, entérate dónde está Pedro y si ha ido ya con dirección a Carabanchel —dijo María a Luis.

En la pared tenían un marco de corcho, donde marcado en un calendario, estaba qué juzgado se encontraba en funciones de Guardia cada día del año, los forenses adscritos y sus teléfonos móviles oficiales.

Volvió a abrirse la puerta, esta vez las voces contenían comentarios de un par de resultados deportivos:

…dirás lo que quieras, pero el juego del Madrid es más directo y divertido que esa especie de circo que hay en el Barcelona. ¡Buenos días, Jefa! —dijo saludando Matías antes de colgar la chaqueta en la percha.

¡Venga chicos, dejad el fútbol que tenemos un marrón nuevo! —respondió María para cerrar el debate que traían Tadeo, Matías y Natalia cerrando el grupo.

Cada uno se dirigió a su mesa en silencio para tomar notas sobre el nuevo caso que había anunciado la Inspectora.

Esta noche ha muerto un abogado y, pese a que aún no sabemos cómo, si ha sido natural, accidental o provocada, Jacobo ha comentado que Miguel Ángel ha mostrado interés en los hechos…

De esta forma comenzó el relato de lo poco que sabía a los miembros de su Equipo más directo.

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