“El sonido interior”, de Alonso Holguín F.J.

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“El sonido interior”, de Alonso Holguín F.J.

La naturaleza es un sinfín de percepciones de los sentidos para los animales. Si bien la vista es uno de los más importantes, estoy firmemente convencido que los sonidos acaparan muchas de las virtudes de nuestro ser. Mis respetos a las personas que adolecen de sordera, a quienes espero poder ayudar a oír con estas cariñosas, a la par que descriptivas, letras. ¡Toc toc, va por ti!

Una evolución de la naturaleza del humano fue contar, en el sentido de numerar objetos, clases, categorías. Dicen por ahí que el humano tiene cinco sentidos. ¿Sólo? Vista, tacto, sabor, olor y oído son la enumeración de los sentidos físicos. Luego vendría el sentimiento, con sus múltiples variables: alegría, ira, miedo, tristeza y asco. De estos últimos prometo hablar en breve. Sobre los primeros me quedo hoy con el sonido.

Definiré el sonido como la percepción a través del sistema auditivo de una perturbación que nos provoca algún sentimiento. Perturbación en cuanto a un sonido que activaría otros de nuestros sentidos, expresiones, incluso movimientos. Por ejemplo, la música. Cuidado, que no hablo de gustos, ni de colores, sino del genérico sonido acompasado o no.

La más bella de todas las sintonías y composiciones está en el interior del cuerpo humano. En el tercio superior del torso se encuentra una máquina perfecta de movimiento acompasado; un músculo que, dotado de impulsos eléctricos, lanza un líquido algo viscoso y de color colorado, que para azul ya está el cielo o el firmamento en diversas tonalidades; ese órgano a quien damos un uso más o menos bueno, dañado por agentes externos o individuos con oscuro interior; esa pieza que duele más en espíritu y resulta fatídico cuando se detiene, llamada corazón.

Su sonido se denomina latido. Podemos escuchar el mismo con un fonendoscopio, que es el chisme con dos gomas, auriculares y una pieza metálica -fría siempre-, guardada en bolso o alrededor del cuello de gente que viste de bata blanca, cuya simpatía nos aterraba de pequeños. Quizá porque era el antecedente más claro a un pinchazo de una jeringuilla, consecuencia del dolor de garganta, elevación de temperatura corporal y cansancio, mucho cansancio.

Los achaques de salud aconsejan siempre la práctica de algún tipo de deporte. El ejercicio no ha de tener el objetivo final de ganar una competición deportiva, más allá del propio bienestar. El simple caminar de manera acompasada a una velocidad acorde a la edad es el más simple y fácil de los movimientos. ¡Qué felicidad hacer compañía a alguien en esos momentos! Otra de las posibilidades es practicar natación.

Ejercitar movimientos dentro del agua es muy beneficioso. Los desplazamientos se hacen sin la violencia del impacto de partes del cuerpo sobre superficies duras. El peso de nuestro cuerpo se ve disminuido, ya que la fuerza que necesitamos emplear para movernos es sólo el propio. El agua ayuda mucho a recuperar lesiones, movilidad, articulaciones y, porqué no, a relacionarnos con otros humanos o animales, que de todo hay.

El físico de las criaturas suelen tener dos orificios a los lados del cráneo. A través de ellos, si el animalico sumerge la cabeza en líquido, entrará agua, consiguiendo una sensación extraña, incluso dolorosa. A fin de evitar ese trasiego de líquido puede introducirse un objeto extraño suave en el agujero del bicho. Dado que son dos, es plural de tapón: tapones.

Ese impedimento dota de un espectacular sonido interno al elemento humano. La barrera impide que acudan al interior de la cabeza ruidos, melodías, incluso anomalías externas. Al introducir dentro del líquido elemento, las sensaciones recuerdan esos especialistas formados en Medicina, que “se experimenta una sensación igualable al feto cuando está en el útero materno”. A fe que en piscina es algo aburrido, a no ser que se tenga que planear alguna actividad posterior o anterior al momento -planear alguna receta de comida, prevenir qué hacer al llegar a casa, desarrollar alguna idea de un relato largo pendiente de redacción, incluso idear la sensación de una semejante al recibir un regalo imprevisto-. Sin embargo, el hombre, a lo largo de su historia, además del amor, uno de sus principales objetivos es encontrar AGUA, incluso en planetas situados tan lejos… ¡Si Dios puso allí sería para alejarlos de las manos nuestras!

Es la mar océana un placer a disposición del ser humano. Unos simples tapones colocados en las cabezotas, con el agua a una altura de medio metro, puede llevar unos sentimientos impresionantes al interior de los cerebros. Si las olas están relajadas, dejarán ver el fondo marino más cercano. Protegiendo la vista con unas gafas disfrutarás de una inmensidad de vida ahí abajo. La suerte de un pececillo alevín, de poco más de cuatro centímetros, que navega por el ondulado suelo arenoso, a la par que oyes tu corazón en perfecta sintonía, provoca una paz interior inigualable. El relax recogido de esos sonidos son superiores a la más bella de las composiciones musicales.

Si tienes oportunidad, oye a tu corazón bajo el agua: el silencio del movimiento de tu interior es el más bello ruido que puede perturbar tu cerebro. Estoy convencido de ello… aunque de la masa cerebral de alguno esté en dudosa capacidad, orden y función.

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