“Zozobra”, de Alonso Holguín F.J.

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“Zozobra”, de Alonso Holguín F.J.

Este relato va dedicado a muchas de las Víctimas de tantas injusticias, delitos, accidentes… que han destrozado el alma de estos seres humanos adorables. Disfruta.

 

 

Hace unos días he tenido la oportunidad de conocer a unas grandes criaturas humanas. Ya sabéis que eso del sistema métrico mundial está atragantado en mi mente, como tantas otras cosas, y no puedo recordar si fue el martes de esta semana o de hace dos años. Da igual. Mis amigos tuvieron un problema una vez. Dicho asunto se fue repitiendo en el tiempo, con una periodicidad diaria. La gente que ha estudiado medicina, dio nombre a estas situaciones personales: enfermedad mental. Sin embargo, me atrevo a decir que muchos tenemos enferma el alma, porque el cuerpo no nos pertenece. Voy a recordarte que aún me quedan seis años para acabar la carrera de medicina, la de psicología y otras el resto de diplomaturas universitarias.

Se da la casualidad que oímos a menudo la afección Estrés Postraumático. Buscando en los diccionarios encontramos que es “un trastorno discapacitante que puede desarrollarse después de un acontecimiento traumático”. Es decir, que ocurre cuando presenciamos algo de tal gravedad que toda nuestra mente se trastoca. Los principios educativos, formativos o los adiestramientos recibidos no son suficientes nunca. Las situaciones que muestran el límite de la vida en directo, especialmente provocadas por algo inesperado, pueden provocar el vuelco del alma. Eso puede significar el término traumático.

Una vez en este barco, casi cualquier suceso, te devuelve a ese momento tuyo. Da igual que haya ocurrido a un metro de ti, a cientos de kilómetros o presenciar unas imágenes en una pantalla, soporte de papel… o una emisora de radio. Se trata de oír los datos que han ocurrido y… comienzas a sudar, la piel se eriza, los ojos… ¡la conjuntivitis!

Los sentimientos siguen estando qasi intactos. Pero la percepción de ciertos asuntos de la vida son delicados cuando menos. Cualquier problemilla mínimo de salud altera también la lucha diaria por mantenerse en vertical. Uno de ellos, de cuando en vez, no logra levantarse de la cama durante tres o cuatro días, salvo para ir al baño o comer sin ganas. Este señor nos ha ayudado mucho a todos. Tanto que más de uno parece ser su hijo, porque se puede ser padre de más de una manera, además de la animal.

En esos momentos raros se necesita todo el apoyo del universo. Europa, la Unión Europea, la competencia de precios y los avances trenológicos, han abaratado nuestras facturas de teléfono. Difícil es coincidir en la misma provincia, población en el momento de necesidad. Desgraciadamente no está demostrado que los humanos tengamos la bilocalización: estar en dos lugares a la vez. Los mejores apoyos están en casa. Las familias, los amigos, aquellos que más tratamos a diario, son el pilar fundamental para la esperada recuperación. Las correspondencias a esos detalles son enormes, dentro del cupo que a algunos cuesta sacar una sonrisa en su rostro. Porque llorar es fácil, muy fácil, pero sonreír o pasarlo más que bien… complicado sería el adjetivo más apropiado.

Hoy tengo en la memoria a dos personas muy especiales: un hombre y una mujer. El primero se llama… Manolo Ochoa. Llegó a mis oídos por recomendación de nuestro papuchi. Necesitaba un guía por los pasillos que hay en la capital de la medicina de nuestra empresa. Animoso no venía, no. Tenía sus razones. Todos los que hemos pasado por ese trance, sabemos mejor que nadie, cómo se siente una criatura terrenal. La experiencia es la madre… de la paciencia. La Administración General del Estado es cruel con la población civil. Pero tenías que ver cómo trata a sus propios empleados.

Él mide casi uno ochenta de alto. ¡Todo un tío! Si desde mi metro setenta escaso tengo que alzar la cabeza para ver sus ojos, las cervicales dañadas por los accidentes me marcan cuánto mide el compañero: a más dolor, más altura.

La travesía en el océano capitalino fue de mucho oleaje. Estamos en mayo, casi ya verano, el sol calienta tanto que algunas horas te torras. Manolo lleva encima de su cuerpo tanta medicación, que no se entiende cómo las farmacéutica no hayan regalado ni un bolígrafo a medio usar. ¡Qué cutres!

Tuvimos que dar más de un viraje, al soplar viento de costado en Carabanchel. Mi amigo, nuestro hermano, tenía cegados los oídos por el agua salina. Los ojos no leían bien las señales. Tuve que tirar de su remo para salir al viento fresco. Después de abandonar la zona de marejada, comprendió la situación. Los ojos de allí arriba comenzaron a comprender el lenguaje del funcionario. Ahí él empezó una recuperación de la vida.

Un día de éstos, tengo que ir a ver una Catedral de mineral con la familia: este hermano será nuestro timonel. Son aguas desconocidas para mí.

En tanto navegaba estos días, la mar había comenzado una tormenta más al norte de nuestra posición. Ya me parecía raro que la Princesa Contadora de Olas, no fuera tan prolífica en sus mensajes, en las fotografías o en las llamadas. Ella y yo somos hermanos desde hace unos días, tiempo más de varios años.

Ella ha sufrido los peores envites de la vida. Su fortaleza en la mirada tiene una descompensación en el alma. De cuando en vez, deja volar su arte con la cámara fotográfica. Un día de éstos voy a preguntar cuántas cámaras tiene en su propiedad.

 

  • ¡Mira qué chulada he comprado! -es un comentario anual que recibo, al tiempo que envía un enlace con su nuevo juguete para guardar vistas.

Los escolares de otrora época oímos que “el Santo Job fue sometido a las pruebas más duras de la vida para comprobar su fe”. Cuando conocí la historia de esta hermana, no pude menos que sentenciar:

 

  • ¿Job? Ése fue un flojo, en comparación con la Princesa Contadora de Olas.

Entre cámara y bici nueva ha encontrado una nueva medida de su salud. Gracias a que la ciencia ha avanzado una barbaridad, tiene que pasar por el hule de la mesa de operaciones la semana que viene, D. m. (Dios mediante, se me olvida que ya la E.G.B. no es lo que era). Tras la intervención va a quedar con una pequeña incisión en su cuerpo, extirpado un algo con nombre raro, pero que no es necesario para continuar más bien vivo. Se limitarán algunos actos diarios de su vida: no comas esto, no bebas lo otro,… Algo que a cierta edad nos pasa con el médico a todos: el colesterol, el úrico, el azúcar,… ¿No es suficiente aguantar al gobierno de turno para restringir la exquisitez de las viandas terrenales?

Pues no, no es la última prueba. Mi amiga me ha revelado que su corazón se ha roto en mil y tantos pedazos. La primera vez no es, pero a esto no hay nadie que se acostumbre. Estos días no puede hacer uso de la farmacia: porque unas pastis no van bien con el hule. ¡Hay que joderse! El conocimiento de la fragilidad de su persona, por los siglos que nos conocemos, impide que podamos usar el aire telefónico. La dichosa conjuntivitis interrumpiría constantemente la conversación. Ya me fastidia, ya lo entiendo. Ella también.

Uno de los lemas que más me gusta es “Rendirse no es una opción”. Desconozco si fue la autora. No recuerdo la primera vez que me dijo esa expresión. Pero sí que me atrevo hoy a decirte, fuerte, claro y muy, muy alto: “Que no estamos en un pozo, sino en un túnel. Cuanto más oscura sea la realidad, menos queda para ver la luz del fondo”.

Y de esta, querida Princesa Contadora de Olas, de este nuevo brete, vas a salir airosa, sonriendo, melena al viento -¡qué suerte tienes jodía!-, haciendo unas fotos más hermosas que las de ayer, montando esas cuatro horas en bici los sábados y seis los domingos. Porque tú vales mucho, porque te necesitamos todos los días y porque… ¡Porque sí coño, porque sí!

Mucho ánimo a las personas del túnel: aunque no nos veamos, siempre ahí estamos.

Sea…

Calle de las Víctimas del Terrorismo en Cigales, provincia de Valladolid, Comunidad Autónoma de Castilla y León, España.

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