“Recuerdos de julio”, de Alonso Holguín F.J.

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“Recuerdos de julio”, de Alonso Holguín F.J.

Los recuerdos son una parte imprescindible de una persona. Ellos forman parte de nuestra vida, historia y del futuro. ¡Va por ti Miguel Ángel!

Las fechas del calendario marcan en España las costumbres de los pueblos. Reafirmo lo de “pueblos” ya que hay unos con más gente, otros con menos. ¡Viva España! Es que me arranco a la mínima, tal es el amor al país donde nací, al que he servido y defenderé toda mi vida. Es un fantástico lugar, donde a la mínima nos echamos a la calle para divertirnos, festejar algo o bien reclamar algo del pueblo, para el pueblo y por el “dichoso” pueblo.

Las celebraciones se festejan con nuestra gastronomía, dieta mediterránea, mejor compañía y unos productos fermentados, incluso alguno destilado, de fama mundial. Por eso me gusta España, en cualquier punto se arranca una fiesta, un brindis y comienza la fiesta. ¿Quién no ha cantado “Asturias, Patria Queridaaaaaaaaaaaaa”? ¿Qué español no ha hecho la cuenta de “Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril; cinco de mayo, seis de junio, siete de julio ¡San Fermín!”? ¿Y “Sevilla tiene un color especiaaaaaalllllllllll?”

En mi tierra, Cigales, recuerdo con alegría que, tras las fiestas de San Pedro en la vecina Mucientes, al 30 de junio, estábamos ya en “capilla” de nuestras Fiestas Patronales de Santa Marina. Hace las camisetas, limpiar la bodega, echar números para ver nuestras disponibilidades de compra eran algunos de los cometidos previos. La ilusión grande de todos, grandes y pequeños, jóvenes y de avanzada edad. Hasta el año 1997.

De mi quinta, en España recordamos varias fechas que han marcado la historia de nuestro país: el día que murió Franco, el día que Tejero asaltó el Congreso de los Diputados, el Naranjito como mascota del mundial de 1982, el 12 a 1 que ganamos a Malta jugando a fútbol, el Kobi de Barcelona ’92,… y los días que rezamos para que Dios intercediera ante los terroristas asesinos de ETA que, bajo la amenaza de matar a don Miguel Ángel Blanco Garrido si no se cedía a sus exigencias de trasladar a todos los presos de la banda terrorista ETA a prisiones de la Comunidad Autónoma Vasca.

Ese mes de julio había comenzado extraordinariamente bien. Compañeros de la Guardia Civil de la Unidad Especial de Intervención (U.E.I.), del Grupo de Acción Rural (G.A.R.), Servicio de Información (S.I.G.C.) y otras Unidades, liberaron del secuesto de ETA a don José Antonio Ortega Lara. ¡532 días encerrado en un zulo subterráneo e inhumano! Reforzado por su creencia religiosa, este hombre ha dado muestras de una fortaleza sobrehumana, siendo un ejemplo de español para todos y cada uno de nosotros. Hace unos años tuve la oportunidad de conocer y departir con él una mañana entera. Tampoco olvidaré ese día y procuraré inculcar a mi hijo el ejemplo de este grandísimo ser humano.

El día 10 de julio por la tarde, la banda terrorista ETA secuestró a don Miguel Ángel Blanco Garrido. La suerte estaba echada. El gobierno de don José María Aznar López, a la sazón víctima del terrorismo, por un atentado con coche bomba del que salieron indemnes su escolta y él, se negaba a plegarse a las condiciones de los terroristas. Esa misma fortaleza que tuvo en el secuestro de Ortega Lara se mantenía. Sin embargo, los terroristas pusieron un reloj temporal muy corto en esta acción terrorista: 48 horas. Dos miserables días daban de plazo para que se cumplieran las exigencias de los asesinos terroristas.

El pueblo de don Miguel Ángel es Ermua. Desde allí se desplazaba a Eibar donde trabajaba en una asesoría laboral. El motivo de ser objetivo fue la militancia en el Partido Popular, así como haber conseguido ser elegido concejal en su pueblo.

La amenaza fue considerada creíble y cierta, el peligro extremo. La familia llamó a todos los ciudadanos, a todos los pueblos, a unir sus fuerzas en solicitar cesaran en sus intenciones los terroristas. Se dieron a conocer las actividades de ocio -era batería de un grupo de música-, tenía novia, unos padres trabajadores… y era bueno, muy buen chico.

España y sus gentes se movilizó, salió a la calle. Los pamploneses colgaron sus pañuelicos, las plazas de todos los pueblos se llenaron de velas. España teníamos el alma encogida, en un puño podría caber el corazón de cada uno. Esos días nació “el Espíritu de Ermua”. El pueblo pedía la liberación del muchacho, que conservara su vida, que las zarpas de los terroristas y sus pistolas. Las razones eran innegociables, inasumibles e imposibles de cumplir. Significaría rendir España, al menos según los veíamos muchos. Conservábamos la tristeza y buscábamos cualquier noticia que saliera de los acontecimientos. Las investigaciones, batidas, rastreos, fueron intensos. Me consta que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado trabajaron de forma incansable para hallar a don Miguel Ángel Blanco Garrido.

El miércoles 12 de julio de 1997 recuerdo perfectamente donde estaba. Me encontraba prestando Servicio. Tenía el primer turno de vigilancia. A las 16 horas fui con un compañero a tomar café. Se conoció en esos momentos el hallazgo del cuerpo herido de don Miguel Ángel Blanco Garrido. Un par de impactos del calibre 22 en la cabeza condujeron al muchacho al hopital en estado crítico. Lloramos de impotencia más de uno, de dos, incluso a lo mejor tú también, querido lector.

Gritos de rabia se oían en algunos establecimientos penitenciarios de España. Los internos de la banda terrorista ETA fueron enviados inmediatamente a aislamiento. Los presos, llamados “comunes”, comenzaban a pedir explicaciones a los “valientes” asesinos con los que compartían patio, módulo y momentos de cumplimiento de condena por delitos. El Estado debe procurar que los internos conserven la salud. Los funcionarios también tenemos esa función, pese a los actos que hayan realizado cuando estaban en libertad.

Vimos entrar a don Miguel Ángel Blanco Garrido en una camilla a urgencias. Con lágrimas en los ojos continuamos rezando, pidiendo a Dios que conservara la vida que pendía de un pequeño cordel que estaba deshilachándose por momentos. Pese a ser un calibre pequeño, tener un proyectil muy delgado, las heridas eran mortales de necesidad. Habían ejecutado su amenaza, de la misma forma que no escucharon la voz del pueblo, de esos ciudadanos a quien quieren liberar desde hace cincuenta años, desconociendo que llevamos libres ésa o más cantidad de años… porque la libertad es imposible de defender desde posiciones terroristas. La vida de un hombre merece más la pena que cualquier pretensión terrorista.

Se cumplen quince años, quince, desde aquella tarde fatídica en la que ETA mató a don Miguel Ángel Blanco Garrido. Aquél día hirió nuestros corazones con un recuerdo imborrable para todos los ciudadanos de este país.

Ahora estamos en un tiempo “nuevo” que dice más de un gilipollas -con perdón-. Nos encontramos con el brazo político de los asesinos de don Miguel Ángel Blanco Garrido, que nos encarna a todas las Víctimas del Terrorismo, en las instituciones públicas. Están en el Congreso de los Diputados y en el Senado de España; en Comunidad Autónoma Vasca y Navarra; en Diputaciones Provinciales y en Ayuntamientos. Hoy, gracias a los partidos mayoritarios, gobierna Bildu -ESE PARTIDO QUE NO CONDENA EL TERRORISMO DE ETA- Pamplona. Esa ciudad que lloró la muerte de don Miguel Ángel Blanco Garrido, que rezó y que colgaron sus pañuelicos colorados al conocer el asesinato.

Desde aquél día, cada vez que llega el mes de julio, en lugar de pensar ya queda menos para Santa Marina, recuerdo con lágrimas en los ojos, aquél asesinato y cómo me sentí orgulloso de la gente de todos los pueblos que formamos España.

Desde el recuerdo a don Miguel Ángel Blanco Garrido y resto de Víctimas del Terrorismo, que con su sacrificio lograron conservar la democracia que disfrutamos en este nuestro amado país:

¡Viva España!

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