Palabra dada

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Las relaciones humanas tienen la necesidad de realizar un acuerdo dentro de sus interacciones. En España se dice que la palabra que da un caballero es un verdadero contrato. Los acuerdos sellados entre una persona y otra derivarán de una fama para ambos a la hora de cumplirlos o no. Si bien son detalles que se producían en antiguo, cuando se cerraban negocios por materias primas o animales, ahora ponemos por escrito, incluso ante testigos que dan fe de los mismos.

Notarios, Registradores de la Propiedad, son profesiones que dan la confianza ante la Ley de relaciones comerciales, las cuales nos rodean en nuestra sociedad cuando los objetos son bienes inmuebles. Una vivienda, una parcela de terreno, una empresa… son algunos de los ejemplos más palmarios. Eso a nivel oficial.

El tema de la disertación de hoy viene a cuento de una relación de amistad. Se ha dicho que no hay que hacer negocios entre amigos. Se corre el peligro de fastidiar ambos términos: la relación entre las personas y la iniciativa empresarial. La economía en España se mueve en terrenos firmes e irregulares por momentos. Desde la crisis mundial se han ido a pique un número importante de empresas, de sueños, de realidades y actualidades de personas.

¿Cómo va la cosa? Hemos tratado de impersonalizar la palabra y el sentido del término vida. Ese plazo que discurre desde que nacemos como animales, hasta que morimos cumpliendo el ciclo vital completo, podría decirse que es la cosa: trabajo, salud, familia, amigos, conocidos y desconocidos. Todo ello influye en el existir individual del humano. Ese término impersonal, inhumano e intangible abarca casi el completo de las situaciones. Cada persona es libre de interpretar la cosa en su propia realidad. Generalmente el individuo se acordará de los malos momentos que atraviese, ya que el interés del prójimo se interpreta por las malas situaciones que perjudiquen la existencia del otro.

El humano tiene sentimientos, incluso hay algunos que están dotados de un órgano interno intangible al que llaman corazón. Puede que esté junto al músculo motor de enviar sangre a todo el organismo; quizá cerca de lo más hondo del ser vivo; quién sabe si se encuentra junto al cerebro, que rara vez piensa en las dos diatribas de la vida -el bien y el mal- con intención de generar un sentimiento positivo para acciones relativas al prójimo… o no.

El caminar de la vida es una suerte de múltiples carreteras, donde los circulantes suelen elegir el mejor camino para sí mismos, para su familia, incluso para sus amigos. Si te fijas, en esos caminos donde la cosa está presente, el conjunto de la humanidad ha fijado unas reglas de convivencia. Si te integras en un grupo es para procurar un desarrollo personal que otorgue la felicidad del grupo a cada uno de los individuos integrantes. Hay asquerosas excepciones cuyo fin principal es diferente, muy diferente.

Dentro de un grupo humano “Tié q’haber gente pa’tó”, que argumentó Joselito “El Gallo”, una figura del toreo al enterarse de la profesión de filósofo de José Ortega y Gasset, corría el primer tercio del siglo XX. Generalmente, cada uno de los seres de un grupo homogéneo, cuyos intereses son similares, son proclives a ayudar a sus semejantes del grupo; habitualmente, muchos de los seres de dicho grupo, a más si rigen determinadas reglas no escritas de amistad, compañerismo y casi hermanamiento, procuran socorrer al resto de individuos. Como norma general, la palabra es el sello que firma el acuerdo de una colaboración estrecha… ¡qué tiempos cuando eso valía algo!

La creencia en la buena voluntad del ser humano es flanqueada por individuos que creen tener la palabra en su mano. Hay algunas culturas donde los individuos no estrechan la mano, ya que es el apéndice que limpia los desechos que cada cuerpo desecha después de asimilar la comida… un tiempo después. En esas culturas, los saludos se realizan juntando las mejillas, incluso con algún beso en ellas.

Aprovecharse de la buena voluntad, del trabajo, de la dedicación, de las oportunidades, del tiempo libre, de la familia, de los desvelos, de los servicios, de los conocimientos,… pensar que se tiene derechos y no deberes; estar convencido que la buena fe sirve para acrecentar la individualidad frente al resto… es síntoma que el verdadero desecho de una persona no es expulsado del cuerpo, sino que permanece en el interior, casi a flor de piel, pero disimulado por una apariencia suave y delicada.

Dice una canción del grupo musical “Fangoria”:

“Eres como el interior

de una nave espacial abandonada,

brillas por fuera, por dentro nada…

nada de nada…

prometes mucho, no cumples nada”.

Si bien dice la Santa Biblia Católica que Jesucristo dijo:

-Dad al César, lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios…

Triste es la vida cuando uno encuentra a otro individuo que se cree Dios, con aspecto de matón y tramas propias de Judas Iscariote. Sabes el problema y la solución: si no arreglas lo segundo, te conviertes en parte del primero.

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