“Mirando al cielo…”, de Alonso Holguín F.J.

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“Mirando al cielo…”, de Alonso Holguín F.J.

…encontré la torre oeste de la Catedral del Vino en Cigales.

Uno de los placeres que tiene el ser humano es la observación de su alrededor. La vista es uno de los sentidos que tenemos como animales… ¡No estoy de acuerdo! ¡En absoluto! Deja que te cuente…

El calendario escolar en la Comunidad de Madrid es muy generoso con la primavera. “Mayo mes florido y hermoso”… y casi una semana repartida en dos, que hacemos poco o menos que poco… nada. He dicho escolar porque los padres nos regimos por su calendario, ya que no siempre coincide ocn el laboral. El primero de mayo, Fiesta del Trabajo; el día dos, que sería segundo, Día de la Comunidad; el quince, San Isidro. Estas fechas nos convocan a las carreteras de salida a todos los que podamos ir a visitar a nuestras familias, cuando no vacacionar en las costas peninsulares.

La primavera llega cuando dice el calendario. Pero, siendo más reales, el cambio estacional a tiempo templado lo marca “El Corte Inglés”… y la Navidad, el Día de los Enamorados, Homenaje a la Madre, Verano… porque entre unos y otros no descansa el comercio: festejan “Los Ocho Días de Oro”, que bien duran quince o veinte días.

Este año hemos viajado a Cigales en el primer puente de Mayo. HIcimos caso a la Dirección General de Tráfico: armados de paciencia, depósito lleno, móvil y coche cargado… Tanto seguimos el consejo los habitantes de Madrid… ¡que salimos todos a la vez! Las emisoras de radio preveían atascos de veinte o cuarenta kilómetros en muchas de las salidas. Pero no era así, no. Los datos siempre van anticuados unos diez kilómetros. En nuestro caso, como oíamos que se aconsejaba la carretera M-607 de Colmenar Viejo, para evitar la congestión de la A-1, elegimos la carretera M-111 de Fuente el Saz, que va paralela a la Autovía de Burgos (A-1).

Se comprobó inmediatamente que los ciudadanos circulantes nos habíamos hartado de los consejos de la Dirección General de Tráfico: elegido el día uno para iniciar viaje -¡porqué no nos iríamos el día antes!- decidimos todos evitar la A-1, la M-607, escuchar la misma emisora de radio… ¡y viajar todos por Fuente el Saz! Resultado: Madrid – Cigales cuatro horas de trayecto, una hora y media en la dichosa comarcal.

Llegar a Cigales, saludar a la familia, ver el huerto imaginativo del patio de mis padres, ver a algunos amigos, casi hermanos, es un placer siempre. Cada vez que llego a lo alto de la Cuesta de la Legua, dirijo mi mirada hacia el norte geográfico.

  • Allí está… ya casi hemos llegado -dijo a mi hijo, quien lleva un rato preguntando “¿Cuánto falta para ver a los abuelos?”

Faltarán poco más de cinco o seis kilómetros, nunca lo he calculado, la verdad. Pero al ver la construcción singular de nuestra Catedral, la sonrisa llena mi rostro. Mi esposa, Santa como todas, me toma la mano. Aprieta los dedos y se alegra:

  • Mira hijo, allí está la iglesia…

Y es verdad. Grande, majestuosa, espléndida, casi colgadas sus torres del cielo, preside los colores del campo de nuestros antepasados. Esta época nos regala un sinfín de verdes -de la cebada, los majuelos, los almendrucos, chopos-, y las dichosas amarillas que serpentean en las cunetas y trigales.

“Como en casa, no se come en ninguna parte”, es un dicho real y verídico. En Cigales se produce un vino extraordinario. Las carnicerías de la localidad producen una serie de morcillas y salchichas, que se diferencian con su peculiar toque de sabor: todas diferentes, todas son manjares.

Mi querida hermana me había traído morcillas hace unas semanas. Gracias al avance de la tecnología, se conservan en el congelador para largo tiempo. Tras comprar donde Floren, las famosas morcillas de su tía Maruja -que en paz descanse-, necesitaba algo de vino. Hace años que la medicación para la maltrecha espalda no me permite degustar el zuma fermentado de la uva. Ahora, siguiendo los consejos de la médica -que para eso se pasó seis años estudiando en la Universidad- no trasiego más de una copa de vino al mes o dos… meses. Dada la frecuencia elijo beber un vino cojonudo, antes que uno menos bueno.

En Cigales no hace falta echar mucha imaginación, ni leer tratados científicos, para encontrar excelente vino. Soy más partidario de coger el coche y, dependiendo del ánimo a la hora de llegar una calle, elegir una dirección o la otra. Al final siempre hay una bodega… donde vino comprar.

En este viaje también eché la máquina de fotos al maletero… mejor dicho, ella siempre conmigo va. El sábado día tres, un sol de justicia lucía sobre nosotros. Entre girar a un lado u otro, acabé en la Bodega Hiriart. En casa es más conociedo por “en ca Miguelucho”. Desde esa parte dle pueblo hay grandes vistas para fotografiar la Catedral. Dicho y hecho. Allí llegamos los tres: el coche, la máquina de fotos y un servidor de ustes.

Miguel estaba limpiando un depósito. Andaba preocupado por un problema eléctrico e hizo intento por si yo tenía solución a él:

  • Lo siento, Miguel, en cuestiones eléctricas… como no sea cambiar una bombilla o poner un simple enchufe en la pared…

 

Un par de cajas de clarete “Lágrima”, que se llama la variedad, porque:

 

  • …una para mi amigo Nacho García Mostazo y la otra pa casa… las visitas, ya sabes…

 

Ya conoce Miguel que yo para catar el vino… no estoy. Pero mi esposa sí gusta de un vino los domingos:

 

  • ¡Qué demonios! ¡Me pongo la mitad yo! -así acompaño a mi Santa.

Antes de bajar a la civilización, por eso de las casas juntas, hice veinte o treinta fotos desde la colina de las “Bodegas del Obispo”. Es la pequeña elevación donde está Hiriart. No me acabaron de gustar las tomas, aunque no hay ninguna mala:

  • Quizá hoy no se da bien mirar -me dije.

Bajé al pueblo y, siguiendo la regla a un lado u otro en las esquinas, acabé en el Corro Vaca, que es la plazuela donde está el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Cigales. De pronto recordé:

 

  • ¡Albéitar!

Ese es el nombre de una producción de Rodríguez Sanz -ROSAN-. Ese detalle a mí siempre me recuerda más a Don Juanito, el veterinario. Mi abuelo Jacinto -que en gloria esté- era buen amigo de este señor. Uno de mis recuerdos es una ocasión que fuimos con el veterinario a un establo donde había chotos. ¿Corcos o Trigueros del Valle? La verdad no recuerdo bien. Era algo de unas vacunas… esta memoria mía… ¡Bah!

 

El único lugar en ese enclave para aparcar sin cortar la calle es a mano izquierda donde…

 

  • ¡Donde “El Patito”!

El nombre de una de las tiendas de todo que había hace años en Cigales. El señor Isaías, padre de la Tedodorina, abuelo de Rafa Caballero, es un lugar maravilloso que hizo volar mis recuerdos. Allí compraba el paracaidista de plástico duro que, con hilos y el plástico, tirábamos al cielo y descendía a nuestras manos… una  otra vez.

 

El hijo de Don Juanito no estaba en casa. Estaba en la bodega.

 

  • No hay problema, ya subo yo allí -dije a su esposa.

 

Al subri al coche miré al final del callejón: una pared. Arranqué el coche y paré:

 

  • ¡Madre mía! -dije al ver esa estampa…

La torre oeste de la Catedral del Vino tenía el sol tras su veleta. ¡Qué belleza! En tanto el chiguito de Don Juanito no estaba en casa… sí, he dicho chiguito, aunque no cumpla ya los cincuenta de edad. Decidí sacar de la funda la cámara. Me acomodé junto a la otrora mercería “El Patito”, del señor Isaías… y comencé a disparar hacia la torre.

 

 

catedral.del.vino.Cigales

¡Cuan se veía precioso el resplandor de la estrella del sistema solar! Alrededor de ella los planetas giran. En Cigales tenemos un cetro de todo nuestro sistema social: la Iglesia – Catedral. La sociedad avanza, las creencias cambian, la mente…

Ella se puede ver desde muy lejos. Junto a ella está construida nuestra población. En arte no soy muy ducho, pero sí en cariño. Ahora vivo lejos todos los días. Pero cuando miro hacia el noroeste, allá al fondo de la Puerta de Hierro, veo sin ninguna dificultad dos bonitas torres y una nave espectacular. Una puerta al oeste, otra al sur está. Hace tiempo que puse como fondo de pantalla en el ordenadro la puesta de sol en segundo plano, porque en primero, delante de la estrella, siempre en mi memoria, al Catedral del Vino sita en Cigales, ella “ahí está viendo pasar el tiempo” colgada del cielo, con los pies en nuestro bello y hermoso pueblo.

 

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