Hasta que se acabe…

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Hasta que se acabe…

Los establecimientos hosteleros de España tienen nombre de lo más peculiares: Pepe, Casino, Mesón Castellano, Arizona, Las Vegas, La Suerte, El Buen Gusto… sin olvidar aquellos gestionados por personas de orígenes más exóticos: Ahmed, La Gran Muralla, La Puñeta,…

Tenía un café pendiente con mi hermano Marqués -apelativo cariñoso- desde hacía unos meses. El término correspondiente a la doceava parte de un año puede variar el conjunto completo del todo: 12 meses. Hasta el pasado ¿jueves? Casi ni me acuerdo ya, esta cabeza mía… A resultas que andaba preparando las tareas de casa cuando chistó el teléfono inmóvil:

-¿Café al lado de mi ofi?

-¡Coño, Marqués! Paso la rodea y estoy ahí en… 23′.

-Ok, hermano.

Las conversaciones a través de la aplicación guasáp son la caña. Según estudios médicos parece que los pulgares están creciendo más de lo habitual entre la juventud. Muchos de nosotros ya nos pilla mayores. A pesar de haber aprendido a tocar el teclado con la olivetti, la pantallita táctil se nos niega demasiado, quedando a expensas del índice de la mano derecha. Si bien la mente sabe lo que quiere decir, entre el maldito corrector del inmóvil y el tamaño inversamente proporcional de las teclitas y nuestros apéndices… sí, sigo sin entender porqué no llamamos en lugar de mensajito.

Acabado el trabajo del hogar, ropa de moto calzada, puerta de garaje abierta, la lucecita de la reserva del combustible brilla intensamente. La gasolinera pilla de camino al punto de reunión. Está en un lugar tan estratégico, que tiene doce surtidores, doce, con una agilidad del Servicio excelente. Incluso hay un par de trabajadores que sirven los refinados líquidos del petróleo. Esta figura es de grato recuerdo para aquellos que somos algo mayores. Además, ellos tienen un oficio con conocimiento de manipulación de esos productos. Mis saberes sobre líquidos semejantes se reducen al alcohol de curar heridas, al aceite de ensaladas y cocinar, incluido aquél que sirve para lubricar el motor de mi máquina.

-Estoy en punto. ¿Te falta mucho?

-2′ de reloj, Marqués.

Mi hermano tiene el tiempo bastante tasado para echar un café. De pronto puede sonar el teléfono llamando para reiniciar Servicio: los Agentes de la Unidad Especial de Intervención del Cuerpo Nacional de Policía pueden salir en cualquier momento en urgencia.

Salí con precaución y presteza con el depósito lleno hasta los bordes. La motocicleta pesa más con depósito lleno. La precaución es uno de los principios que guían la conducción de las máquinas. Los pantalones, chaquetas, guantes, botas y casco son la auténtica chapa de nuestras monturas. Si en un coche se raya una puerta, en comparación un motorista lleva escayolada la pierna dos meses o más. El resto de circulantes de las vías terrestres tienen alguna posibilidad de error más que los conductores de las dos ruedas. Sobre ellas, a la mínima, besas la lija del asfalto: una chaqueta tiene menor precio que la piel del brazo.

Llegué al punto de reunión. Habíamos hablado de ello hace unos días, en nuestra sede del Arizona en Leganés. Comenté a Marqués que me vi sorprendido al pedir un té americano una tarde de hace tres semanas:

-¿Canela, limón, azúcar moreno y ron? -preguntó el camarero.

-Alcohol ya no puedo… al resto sí, ¡por Dios! -respondí asombrado.

Un bar de barrio, sin menospreciar que un servidor se siente cigaleño por todos su ser, tiene pocas posibilidades a priori de conocer dicha receta. Es más, el amable camarero tenía un aspecto poco cuidado, barba de una semana, “siete” pendientes entre las dos orejas y un tatuaje tribal en el dorso de la mano.

-¿Te falta mucho?

-¿Y a tí? -respondí.

Aprovechando la tecnología hice una foto del fabuloso té americano que acababa de servirme y otra del nombre del local. Los bolsillos de un pantalón han variado con el paso de los años. La edad hace abandonar el consumo de tabaco y mechero; la modernidad cambia el tamaño del ordenador portátil, de la cámara de fotos, agenda, grabadora, radio, calendario, despertador, mapas, avisador de radares y otras setenta y siete aplicaciones que tiene el teléfono inmóvil… que dudo en utilizar en los próximos ocho días o dieciocho años.

-¡Ahí no es! -jajajajaja pone un rostro de un dibujo y me envía la ubicación suya: es en la calle de atrás…

¡Válgame el cielo! Arranco la moto y en “0,” llego al “punto de reunión”. En la fachada cuelga un cartel idéntico al que había fotografiado, pero en coordenadas terrestres diferentes. Bueno, no muy diferentes, ya que cincuenta y tres metros en sentido sur es muy poca distancia. Sobre la acera un recio Agente de la UIP sonreía abiertamente. Buen abrazo nos dimos, ya que como he dicho, hermanos somos.

Entramos en el local y…

-¿Qué tomamos? -pregunta Marqués.

-Por mi parte… un té americano…

-¿Canela, limón, azúcar moreno y ron? -dijo el camarero.

¡Virgen Santísima del Pilar! El muchacho musculado, sin pendientes, con barba bien recortada y la misma pregunta…

-Acepto sin alcohol… ¡de veras hay Dios!

Ante tamaña expresión explico a Marqués dicha afirmación. Sonreímos los dos. Comenzamos a departir sobre nuestra Asociación COPS A.P.M. donde somos socios, hermanos y amigos. También del tiempo, de las próximas rutas y de cuestiones más o menos mundanas. Me había fijado que el local estaba ocupado al final por una mesa con cinco señoras, dos hombres mayores con sombrero calado y bastón, dos jóvenes empleados de una empresa de instalación telefónica y otras tres mesas rodeadas de compañeros de la U.I.P.

Los muchachos parecían una auténtica orquesta sinfónica. Aprovechando que son próximas las entrañables fechas, pudiera recordar a los profesores de Viena que interpretan el Primero de Año la Marcha Radetzky: lomo con pimientos, jamón con tomate y aceite, bacon con queso,… lo dicho, un estupendo concierto. Dichas criaturas gastan un porte excepcional, tienen una forma física, ya que la función principal de su trabajo es controlar a otras criaturas, presuntamente de la raza humana, que suelen producirse con violencia impropia de nuestro ser.

A mitad de café con leche de Marqués, del estupendo té de un Servidor de Dios, España y de usted, querido lector, comenzaron a sonar los móviles. La melodía de alimentos había finalizado. Cada uno comenzó a ver el mensaje recibido.

-Sí… ya voy… a la furgo -respondió Marqués a su llamada.

Salía la gente con orden y sin pausa del local. Los camareros recogían las mesas, además de pequeña limpieza de las consumiciones hechas. Los chavales se ajustaban los trajes, sacudían las mijagas, se ajustaban la gorras perfectamente, incluso más de uno se ponía gafas de sol. El tiempo en Madrid es fresco. Ya es diciembre. Sin nubes en el cielo, el sol cae directamente sobre los ojos. En momentos de Servicio se deja a parte la presunta coquetería, ya que se debe poner atención a todos los sentidos y a aquellos que puedan lograrse.

Ayer, 11 de diciembre de 2015, se cumplían 28 años desde que ETA, Banda Terrorista y asesinos, volara la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza: murieron once personas, cinco de ellas niños, dos de ellas niñas gemelas. Ayer, 11 de diciembre de 2015, dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía realizando Servicio de Protección en la Embajada de España en Kabul, Afganistán, fueron asesinados en un atentado.

El sentimiento de soledad, tristeza y pena vuelve a llegar a nuestra vida, a nuestro corazón. Cada uno cree en lo que quiere, en aquello que puede o bien según las enseñanzas recibidas en la niñez. Es el Cuerpo hermano, son Ángeles de la Guarda de España, incluso de aquellos que desprecian uniforme, bandera y sentimientos. Sí, sí, a ellos también protegen el derecho que la Constitución para que puedan manifestar ese (bastardo) sentimiento. Quizá un dicho resuma los principios de un funcionario de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado:

“Decidí ser perro pastor, odiado por las ovejas y temido por los lobos.”

Este lunes, Dios mediante, el bar se llenará otra vez de esos jóvenes que entregan sus anhelos a la Seguridad de los demás; de esas criaturas que pasan, frío, sueño y más calamidades para que podamos descansar. Visten el mismo uniforme de los asesinados en Kabul, uno de ellos padre de cuatro hijos.

Vaya este mi modesto homenaje a toda la Unidad de Intervención Policial, a sus componentes, familias y amigos. Esta semana pasaré un papel moneda al camarero del local con un único encargo:

-Dejo este billete para que los chicos de la UIP toquen flautas, oboes y resto de instrumentos. Hasta que se gaste, sin distinción de graduación, personal o amistad… sí, sí, querido, hasta que se acabe…

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