“Guantes puestos”, de Alonso Holguín F.J., para gente muy especial…

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“Guantes puestos”, de Alonso Holguín F.J., para gente muy especial…

Los sistemas de almacenaje son necesarios en los domicilios. Antes que llegara el señor Ikea, en España ya teníamos armarios, roperos, incluso en los pueblos teníamos desván -como en Cigales- o graneros -como en Escañuela (Jaén)-. El otro día once de marzo, doble uno y casi todo cero, estuve hablando con una persona muy importante en mi vida. Después de la conversación, busqué en uno de los cajones de una cómoda de la habitación de invitados. Allí, en el fondo del último en el orden del señor Ikea, estaban los guantes. He rescatado los fundas de lucha, porque mi hermana del alma necesita… pues eso, alguien con guantes y mala, mala leche, además de vista larga. ¡Va por ti, guapísima Clara!

Hace un par o cuatro días os relataba mi visión de ciertos temas sobre esa fecha, que se parece mucho al día del cumpleaños de cada persona, porque acontece una vez al año y sólo una. Muchos hicimos a la fuerza una señal de atención en ese día. Desde entonces la vida dio muchas vueltas, ruidos, olores y sonidos…

De aquello recuerdo todo, como muchos, a diferencia de otra gente que no quiere saber nada, o que se conforma con una sarta de sombras profundas, tan oscuras como el sobaco de un grillo. Las conversaciones fueron muy intensas. Sin duda recordaré, como cada día hago, el recuerdo de todas las personas, incluso de su posición, estado, hasta el color del cabello que muchos tenían ese día.

Bizcocho de limón con frutas del bosque

Bizcocho de limón con frutas del bosque

Estaba un servidor de Dios, de España y de usted -gracias por dejarme tratar con respeto-, en el andén que sirve de división entre las vías dos y tres de la Estación de Cercanías de Santa Eugenia. Me dijo Javi Camacho -un compañero de curro por teléfono- que “eso está entre Vicálvaro y Vallecas”. En mi vida me había parado a dar una vuelta por dicho lugar. Ese día algún malnacido nos hizo detener a muchos. Algunos fueron llamados al cielo, otros esperando quedamos. Iba de un lado a otro, buscando a heridos entre los hierros en los que se había convertido el interior del vagón número 4 del convoy, cuando alguien en el andén me tocó en el hombro:

-¿Oiga puede ayudarnos? -una voz de mujer.

-Pues claro. ¿Qué necesita? -respondí presto.

-Necesito salir de aquí

-¡Venga ese brazo! -dije ofreciendo el mío.

Ella se agarró con firmeza de mi brazo izquierdo. En el suyo había un hombre fuerte, con poco pelo en la frente y un bigotón tremendo.

-¿Quiere cruzar las vías o prefiere bajar por el túnel?

La premura y gravedad de algunos heridos hacía que los trasladáramos saltando a las piedras que rodean los caminos de hierro por donde circulaban los trenes. Ella dijo:

-No, no, prefiero por el túnel. Tengo cristales en la cara y voy con los ojos cerrados. Caminemos despacio, por favor…

-De acuerdo… usted marque la velocidad… Por cierto ¿cómo se llama?

-Clara, mi nombre es Clara.

-Encantado. Me llamo Félix. ¿Y usted? -pregunté al hombre bigotado.

-Hola, hola, soy Paco… -dijo con voz un poco temblorosa.

-Es mi marido -completó Clara.

-Mucho gusto, Paco -dije asomando la cabeza.

Los pasos iban marcados por Clara. Si ha probado usted, amable lector, a caminar sin poder mirar por la acera de la calle convendrá conmigo que tras cuatro pasos los ojos abren el telón por temor a caerse. La distancia se hacía interminable. El silencio era horrible, más aún cuando el único sonido audible eran lamentos, lloros y alguna que otra sirena que llegaba del exterior de la estación. Cuan extraño en ascensor de edificio de mil plantas, decidí dar palique:

-¿Venían los dos en el tren?

-No, sólo iba yo -respondió ella.

-Vivimos aquí al lado y he bajado corriendo al oír el ruido -dijo Paco.

-¿Qué ha pasado? -preguntaba Clara.

¡Ay Dios! ¿Qué digo yo ahora? pensé…

-Se ha caído la catenaria… alguna avería, o un chisme que se ha cortocircuitao… -intenté distraer, de algo que olía a quemado y se veía un boquete enorme en la última puerta del vagón…- ¿Vivís cerca?

-Sí, ahí al lado…

-¿Estabas en el tren también? -preguntó Clara.

-Sí, pero en el siguiente vagón. ¿Notas los cristales en los ojos?

-En los ojos creo que no tengo nada pero, alrededor, en las mejillas, seguro. Soy enfermera. Y estas cosas las conozco bien…

-¡Ah! Entonces ya sabes que no tienes que tocarte, frotarte y esas cosas que decís los de las batas blancas

Por fin llegamos a la embocadura del paso subterráneo. Despejado. La circulación estaba interrumpida y era el camino menos rápido para salir pitando de allí. Nos, el trío paseante, prisa no teníamos ninguna. Ya decía don Alfredo Di Stéfano:

-Las prisas sólo son buenas para los malos toreros y los ladrones.

Decidí continuar hablando:

-Hoy va a ser un día caluroso…

-¿En qué trabajas? -preguntó Clara.

Uno de los artículos de la famosa Cartilla del Guardia Civil decía:

Procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido, y que a presentación el que se creía cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que veía a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea a salvo; y por último siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos.”

Me acordé de aquello y, sin solución de continuidad, respondí:

-Soy Guardia Civil.

Siempre puede dar síntomas de seguridad… bueno, siempre que un Agente no te pregunte cosas con un bolígrafo en la mano…

-Vivo en Alcalá y trabajo en Madrid… ¿Y tú?

-En el Marañón -en referencia al Hospital Gregorio Marañón-, estoy en la planta de Oncología Infantil -respondió.

-Entonces no eres una enfermera, sino una “SUPERENFERMERA”…

Respeto muchas de las profesiones, lleven o no uniforme, y pongo en los altares a aquéllos que se ocupan de la salud de nuestros lechones. Se ganan el cielo cada día.

Clara, la rubia hermana, esbozó una pequeña sonrisa con sus labios, ya que ese pequeño esfuerzo recordaba que tenía un jardín de cristales en su cara.

Llegamos a la escalera de salida del túnel subterráneo bajo las vías. La claridad iba anunciando que salíamos al exterior. Incluso allí se percibía perfectamente el olor a quemado, hierro y alguna parte humana incluida.

-Vamos por este lado -apunté-, la puerta de emergencia está abierta.

Salimos al exterior de la estación. Está sobre el nivel de la calle a unos doce escalones de altura.

-Si os parece sentaos aquí mismo. Ya bajo yo hasta donde están los del hospital de campaña…

En la misma calle, junto al paso de cebra, habían instalado una tienda de campaña grande, que hacía las veces de esa instalación portátil. Al llegar un enfermero me miró de arriba a abajo:

-¿Está usted bien?

-Sí, gracias. He dejado allí -indicando con la mano a Clara y marido- a una joven rubia con su esposo al lado. Tiene fragmentos de cristal en la cara y puede que algo en el oído. Se ha quejado también de la nuca…

-Vale, vale, en cuanto tenga alguien libre se la mando -respondió el amable joven.

Retrocedí y ascendí hasta la posición de Clara y Paco:

-Ya vienen. ¿Estás igual? -pregunté.

-Sí, sí -dijo ella.

-Bien, entonces me voy… -comencé a despedirme.

-¿Dónde vas? -preguntó ella con algo de temor en su voz.

-Vuelvo adentro… hay más gente que necesita salir de ahí…

-¿Estás… estás bien?

-Sí, sí, Clara, estoy bien… tengo manos, brazos, no sangro… pero hay gente que no puede salir sola de ahí. Paco está a tu lado, los de ahí vienen ya… Luego vengo otra vez…

Saludé con un apretón de manos al gran Paco. Entré otra vez a la estación. Salté, mirando primero, las vías y estuve… pues eso echando las manos. Algún tiempo después, gracias a Telemadrid, encontré a Clara, a Paco, a sus hijos, a su padre, a sus hermanos… Fuimos llevando el nuevo futuro que el atentado nos deparó a cada uno. Ella tuvo que cambiar de trabajo, ya que temía equivocarse con las inyecciones a los angelitos que cuidaba. La lesión en las cervicales es inoperable, ya que corre el riesgo de quedar tetrapléjica; la audición de un oído ha de ser ampliada por un aparato, porque en la cuarta operación se dio por vencida: ninguno de los implantes funcionaba. Y el interior de su cabecita… pues eso, un poco mejor que la mía… La Administración de su puesto de trabajo, lejos de ayudar para llegar a la rehabilitación total de la herida, puso dos trabas laborales, solucionadas diez años después, gracias a su antigüedad en el concurso de traslados.

El otro día volvimos a hablar por teléfono. Recuerdo que la última vez fue en Navidad: felices fiestas, la salud de los padres, los chicos, el gran Paco,… lo de siempre. Sin embargo, el once de marzo de este año Clara estaba diferente. Ya en voz se notaba cansada, débil… en definitiva, un poco más rara.

Me fue contando qué suceso tenía de salud. Ahora resulta que uno de los dos riñones no funciona como debería. Ella, que por su profesión habla como una enfermera, me cuenta a mí, que de su profesión me faltan cinco o seis años para empezar:

-…tengo una masa en el riñón. Han de extirpar para ver qué es…

Resulta que la dichosa pieza del organismo humano, requiere ser extraída en su totalidad para conocer el origen, estado y posibles daños o no al resto de órganos humanos, persona en su totalidad. El único tratamiento que existe es ése. Menos mal que el Creador nos gestionó la función con órgano duplicado…

-…puedo funcionar perfectamente con el otro… -me aseguraba.

Ayer mismo, viernes y trece de ordinal de marzo, pude abrazar a mi amiga, hermana, a Clara. Noté que estaba delicada, como no podía ser de otra forma… ¡si no de qué iban a retirar ese chisme de su cuerpo! Me di cuenta que necesitaba de un apoyo, de algo para sujetarse para bajar unas escaleras o de subir si se tratara…

¡Ya sabes, hermana! ¡Aquí estoy para lo que necesites! Puedo hacer de bastón, de cayado, de cocinero, de esclavo, de siervo, de amigo y hermano. Hoy, como cualquiera de los días desde que nos conocemos, once años tres días y casi nueve horas:

Aquí estoy, estaré y he estado,

como siempre, a tu lado:

guantes puestos, nudos atados.

Quien te ataque a ti,

tendrá que vérselas conmigo,

tu hermano

 

Bizcocho de limón con frutas del bosque

Bizcocho de limón con frutas del bosque

 

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