Del 9 al 46… hay 25

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Del 9 al 46… hay 25

Los tiempos han cambiado mucho de unos años acá y en matemáticas también: del 9 al 46… hay 25. La vida es una constante evolución en la sociedad humana y natural, dado que nuestra especie interactúa con su entorno y más con los cercanos seres. Hoy toca hablar de “educación”. Lleva días rondando por mi mente hablar sobre ello.

Si bien tenemos instituciones que se dedican a la educación de nuestros hijos, en parte para que se vayan integrando en la sociedad, hay otras cuya principal labor consiste en determinar su pensamiento contrario a una parte de ella. Los centros educativos deberían ser llamados “de formación”. Hemos dejado en manos del personal docente a nuestros hijos, delegando también en ellos la “educación” de los pequeños.

Hace unos años en Madrid comenzaron las protestas por el sistema educativo. De forma periódica se manifestaban profesores y algunos padres que, en algunos casos, acostumbraban también a llevar a sus hijos durante las manifestaciones. Tan popular se hizo, que eligieron un color, un diseño e hicieron camisetas. El lema que lucían en verde y blanco era: “Escuela Pública: de todos, para todos”.

En el colegio público del barrio muchos profesores vestían dichas camisetas en las horas lectivas. Los niños venían a casa comentando las respuestas que el personal uniformado daba sobre su vestimenta. Si bien el uniforme da una sensación de pertenencia a un grupo, con unas normas comunes, reglas,… creo que se podía ver también por la comodida de llevar un uniforme. Durante 25 años llevé uniforme por mi profesión, alternando ocasiones que había de vestir de otra forma. Después de ambas experiencias -uniforme o paisano- he de decir que la más cómoda es uniforme: no te tienes que pensar “¿qué me pongo hoy?” y no te preocupas si vas con la misma camiseta que otro compañero, sin ser hermanos gemelos.

Una de las profesoras del colegio portadora de la camiseta dichosa es profesora de música. Siempre me caía bien esta mujer: joven, comprometida con los niños… ¡hasta impulsó un huerto en los jardines abandonados de un barrio! Los vecinos degustaron alguna que otra lechuga y tomate, que fueron respetados por algunos capullos gamberretes.

El carnaval del año pasado fue delicioso. Ella se ocupó de enseñar a todos los niños del colegio, con sus diferentes edades, una coreografía de percusión -similar a las batucadas- que hizo las delicias de todos los padres -y madres, por supuesto-. Todo un ejemplo la maestra… ¿Todo?

Este año el padre de un niño se quedó de piedra cuando en Navidad llevó las notas de la evaluación. Me cuenta que no había tenido noticia de la maestra de música, ni nota alguna, vamos que pensaba que su hizo soplaba la flauta como correspondía a su edad, esto es, con mayor o menor soltura. Sin embargo, se llevó un señor chasco: su hijo y otros diez alumnos habían suspendido la asignatura de música, aunque a él los otros nueve… como que daban igual.

-Hombre, no te preocupes, que tu hijo aún puede llegar a Presidente del Gobierno de España… -dado el nivel de soplagaitas de nuestro país… no es ninguna quimera.

-Ya, ya… voy a hablar con la profe

Al día siguiente coincidí otra vez con Alejandro, que es el nombre del padre. Me comentó el resultado de la conversación:

-Estuve hablando un par de minutos con… -la profe– ¿sabes qué me dijo? Vas a flipar.

-Hombre, no creo, igual tu chaval se ha despistado un poco, ¿no?

-¡Qué va! Dice que mi hijo necesita atención más individualizada, que es bastante gamberro en clase de música y que tiene 25…

Ahí se rompió un mito para mí… se me hizo añicos. Tengo cuarenta y seis años. Nací en 1970. La clase donde estaba encuadrado en el colegio San Francisco de Asís en Valladolid éramos 42 alumnos. En bachillerato, en los institutos San Juan de Ávila y Nuestra Señora del Carmen, nunca menos de 38. En la Academia de Úbeda éramos 72.

Las redes sociales ha conseguido que encontrara a muchos de los compañeros de aquellas épocas: ingenieros, médicos, policías, empresarios, periodistas, mecánicos, guardias civiles,… y profesores. Hemos conseguido tener una profesión de futuro, algunos formar una familia y enviar a nuestros hijos a colegios, unos públicos, otros concertados y también privados, dependiendo de la opción o posibilidades de cada uno.

Alejandro se ha comprado una flauta estas navidades; ha practicado con su hijo el libro del colegio; ha estudiado y practicado la escala y lass dos primeras canciones -sus compañeros de aula llegan en la tercera… y el viernes la profe comentó a Alejandro:

-Tu hijo ha mejorado de forma extraordinaria: se sabe las dos canciones… ¡y hace la escala sin ningún error! ¡Ninguno de sus compañeros la hace todavía!

-Mujer, lo sé… estuvo practicando un poco… ¿sabes cuál era su fallo?

-No, la verdad es que no…

-Colocaba mal las manos: la derecha arriba y la izquierda abajo. Sólo con alterar el orden y practicar un poco conmigo ha conseguido saber todo eso. Tenías razón: necesitaba atención más individualizada.

Fui testigo de dicha conversación, de la sonrisa enorme de Alejandro, mi amigo, y del enorme orgullo de un padre al descubrir la habilidad innata de su hijo con un cambio de manos.

-Sabes, mi hijo a lo mejor no compone ninguna sinfonía como Beethoven, o puede que no sea Presidente… sin embargo parece que, con un poco de atención más individualizada, puede ser el mejor del su mundo, pese a la profe.

De todo saco una conclusión: de 25 a 42… hay 37 años de diferencia y un muchacho que merece la pena. Del 9 al 46… hay 25.

¿Se imaginan que los padres fuéramos a recoger a los niños con nuestro uniforme? Carnicero, Mecánico, Periodista, Albañil, Policía, Bombero, Médico, Basurero… Menos predicar y más dar trigo.

catedral.del.vino.Cigales

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