Cuarenta y cinco agentes

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Cuarenta y cinco agentes nos representan a los españoles

Cuarenta y cinco agentes, cuarenta y cinco representantes de los españoles, encuadrados en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, perseguidos por cumplir y hacer cumplir la legalidad. En defensa de la Constitución Española de 1978, reglamento jurídico, Código Penal y Ley de Enjuiciamiento Criminal, entre otros, fueron enviados a la Comunidad Autónoma de Cataluña en el año 2017. Seis años, seis, hace ya de aquello, parece tan lejano, permanece tan cercano para nuestros agentes; agentes perseguidos por la Justicia, mientras el gobierno presidido por Pedro Sánchez Pérez-Castejón ha favorecido a los golpistas. No quedará aquí.

No quedará aquí la persecución de ese pasado gobierno, presente en funciones, futurible en anhelo, cuando ceda nuestra alma a los golpistas. Golpistas divididos en cobardes huidos de la justicia, pusilánimes agazapados en las instituciones nacionales –de España– y autonómicas catalanas. Banda tan tiñosa basa su presunta «revolución» apesebrada de subvenciones del resto de españoles. Ni para levantarse contra el resto sustenta sus capacidades con fondos propios, de su bolsillo, familia, amigos, correligionarios, siempre quieren un trozo más grande del pastizal común de españoles.

Históricos e histéricos

«Nacionalidades históricas» se autodefinen, titulan, adjetivan. Nada más lejos de la realidad. Si acudimos a la historia, veremos: Cataluña fue un conjunto de condados, Vascongadas tres provincias, Galicia una región más. Ellas, ahora, se autotitulan «independientes», con idiomas propios. Ahora bien, todos ellos utilizan palabras del español ante ausencias del propio; todos usan el mismo idioma para comunicarse entre ellos sin la necesidad de traductores simultáneos. Y todo esto, ¿por qué? Porque son españoles. Españoles miopes, sí. Sin ninguna duda.

Delincuente y vicepresidenta

Yolanda Díaz, vicepresidenta «en funciones», gallega de nacimiento, española de sueldo y pasaporte, acudió a Bruselas, capital de Bélgica, para reunirse con Carlos Puigdemont. Puigdemont, catalán de nacimiento, español de pasaporte, individuo huido de la justicia, cobarde evadido en el maletero de un coche, máximo representante de un partido político –aún no ilegalizado por pretender la división de nuestro hermoso país–, negocia su apoyo a Pedro Sánchez con la baza de la amnistía por el golpe de estado de 2017. Ambos, cuan alegres quinceañeros, se dejaron fotografiar con sus mejores poses, peores sonrisas, ante periodistas. Los dos, acompañados de sus principales apoyos –no saben ni peinarse sin ayuda–, charlaron durante tres horas, tres, sin necesidad de dos o más traductores: catalán a español, español a gallego, gallego a español, español a catalán. ¿Por qué motivo? ¡Porque ambos hablan español, calamidades!

En tanto la vicepresidenta se reúne con un fugado de la justicia, perdón, con un cobarde redomado, cuarenta y cinco agentes, cuarenta y cinco, siguen pendientes de la citación judicial. Cada día se visten, anudan los cordones de las botas, cinturón con armas y defensas para protegernos de los malos; se calan la gorra, ajustan el conjunto. Suben a coches y furgonetas, vehículos utilizados para cumplir y hacer cumplir la ley, y la Constitución Española de 1978 como norma fundamental. Entre otros servicios, escoltan a las autoridades –no vale reírse– en diferentes actos públicos. Esas presuntas «autoridades» no dudan en reunirse con terroristas, separatistas, bichos de mal pelaje y asqueroso peinado, con la protección de nuestros cuarenta y cinco agentes.

Policía Nacional y Guardia Civil

Son cuarenta y cinco agentes, quienes representan a decenas de miles de compañeros de Policía Nacional y Guardia Civil. Representan a millones de españoles como punta de lanza para la defensa de nuestro hermoso país llamado España. Padres y madres, esposos e hijos, quienes salen cada día de casa con la esperanza de volver igual que salieron.

Frank

Disculpen por personalizar a uno en representación de todos ellos. Fran, el bueno de Frank, con quien disfruto de amistad y casi hermanos de sangre, amanece y anochece con la incertidumbre de ser juzgado en una causa bastarda. Bien digo «bastarda» porque es uno de los cuarenta y cinco agentes, cuarenta y cinco. Queda en la retina las imágenes de piedras y fuego arrojados sobre ellos; queda en el recuerdo los terribles acontecimientos en calles y carreteras de Cataluña; queda en la memoria aquellos mensajes que enviaba Frank para contar «esto es lo nunca visto, tío, ¡flipas con esta gente!». Esposa e hijos, amigos y compañeros, asistimos atónitos a la violencia vivida en aquellas calles, mientras esperábamos que ninguno de los nuestros, sangre de nuestra sangre, resultara herido, incluso asesinado. En tanto, el ministro del Interior —de la PSOE—, mientras llovían piedras sobre los nuestros, se iba a cenar una hamburguesa, vino blanco y mojito de postre –¡que ese culito no pase hambre!– a un bar «de moda» en Madrid, protegido por la oportuna escolta.

Ayer confirmó Fran, el bueno de Frank, «sí, tronco, estamos a la espera de la citación judicial, todavía. El hacha sobre nuestras cabezas». Lágrimas en mis ojos –conjuntivitis, según mi zagal–, al escuchar la afirmación, mientras asistíamos a las noticias de la negociación con los cobardes catalanes y la petición de amnistía.

Hemeroteca

Lo jodido, lo realmente jodido, según la hemeroteca, será la certificación del escaqueo de la justicia para los presuntos delincuentes autores del golpe de estado. Mientras, juzgarán y condenarán a los nuestros. A nuestros cuarenta y cinco agentes, cuarenta y cinco, quienes nos representaron y protegieron el ordenamiento jurídico ante las hordas separatistas. Así actuará Pedro Sánchez a cambio de los votos para llegar a presidir el gobierno de España.

Así será, si nos quedamos sentados en el sillón. Tristeza. Cobardía.

Elijan butaca o trinchera.

Artículo publicado en Libertad Digital.

Quinta estación, Infierno” es mi última novela publicada a día de hoy.

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